Minerva Institute
La Guerra de Israel contra Hamas: Desinformación, Geopolítica y antisemitismo en la reconfiguración de las alianzas internacionales.
15 de mayo del 2024
15 de mayo del 2024
Nueva publicación en Minerva Institute, y de total actualidad debido al conflicto palestino israelí que se reavivó el 7 de octubre de 2023 con el ataque indiscriminado por parte de grupos armados de HAMAS a la población judía.
Este documento, obra de la analista política Marta González Isidoro lleva por título, La Guerra de Israel contra Hamas: Desinformación, Geopolítica y antisemitismo en la reconfiguración de las alianzas internacionales.
Marta es miembro de Minerva Institute, y especialista en Oriente Próximo.
Las opiniones vertidas en este documento es responsabilidad de su autor, sin que necesariamente concuerden con las líneas de pensamiento de Minerva Institute.
El odio o el rechazo a los judíos no es nuevo, pero el aumento de los incidentes y la violencia antisemita, tanto en el entorno educativo como fuera de él, es un fenómeno que desde el 7 de octubre y el estallido de la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamas debería preocupar por el impulso que le está dando la alianza entre la izquierda y el islamismo radical, y la amenaza que esta extraña coalición entraña para la libertad y los valores democráticos. El éxito de las protestas antiisraelíes y pro Hamas, lejos de ser espontáneas, obedecen a patrones ideológicos muy bien organizados y financiados. Siete meses después de la masacre que dio origen a la guerra de Israel contra Hamas, las derivadas geopolíticas han tenido su efecto en la manera de conducir un conflicto que no tiene visos de terminar en el corto plazo, y que influye en la opinión pública internacional, cuya narrativa se ha ido radicalizando hasta el punto de que podría condicionar el curso de la guerra. La configuración de las alianzas internacionales busca la redefinición de un Orden Internacional alternativo que no termina de definirse ni de alumbrar.
Palabras clave
Guerra de Gaza, Israel, Hamas, desinformación, antisemitismo, geopolítica.
Abstract
Jew-hatred or rejection is not new, but the increase in anti-Semitic incidents and violence, both in the educational environment and outside of it, is a phenomenon that since October 7 and the outbreak of the war between Israel and the terrorist group Hamas, should cause concern because the impetus given to it by the alliance between the left and radical Islam and the threat that this strange coalition poses to freedom and democratic values. The success of the anti-Israel and pro-Hamas protests, far from being spontaneous, is due to well-organized and well-founded ideological patterns. Seven months after the massacre that gave rise to Israel ‘s war against Hamas, the geopolitical consequences have had their effect on how a conflict is conducted that shows no sign of ending anytime soon, and which influences international public opinion, whose narrative has been radicalized to the point that it could condition the course of the war.
The configuration of international alliances seeks the redefinitions of an alternative international Order that has not yet been defined or given birth.
Key Words
Gaza war, Israel, Hamas, disinformation, anti-Semitism, geopolitics
El 22 de abril la cuenta de Quds News Network en la red social X (antes Twitter) publicaba las imágenes sin fecha del discurso de Essa bin Ahmad Al-Nasr ante la Liga Árabe. El video, subido a la plataforma por el corresponsal de Al-Jazeera en Yemen, Ahmed al-Shalfi, acompañaba un breve texto que resumía la intervención: “La paz nunca se podrá lograr con la ocupación israelí porque lo único en lo que creen es en la coerción y el asesinato”. Este miembro de alto rango del comité legislativo del Consejo de la Shura de Doha y subcomandante (con el rango de General de Brigada) en la unidad de protección de élite de la Guardia Emir (Inteligencia y Seguridad) de las Fuerzas Armadas de Qatar piensa que no puede haber paz con Israel porque el pueblo judío es “asesino de profetas”1. Argumenta además que la Fe judía no permite las negociaciones, tolera el engaño, la violación de los acuerdos y la mentira, que es un fraude (una herejía), y que “el 7 de octubre es sólo el comienzo de la aniquilación de la corrupción que la entidad sionista ha extendido por la tierra por segunda vez”2. Las palabras y el pensamiento de Ahmad Al-Nasr importan por su rango y posición institucional, y porque Qatar, que acoge a los líderes de Hamas y proporciona a la Franja de Gaza cuantiosas sumas de dinero, es también el país que desempeña el papel de mediador entre Hamas e Israel en las conversaciones para la liberación de los secuestrados israelíes3. Y es que la palanca de influencia que tiene sobre Hamas le permite promover sus objetivos nacionales y posicionarse como un actor regional central con aspiraciones también globales4.
La situación estratégica de Qatar, conectado con todos los actores de la región, y la relación de este emirato con los diferentes actores en conflicto5, platea un importante dilema de Seguridad en Israel desde que en octubre de 2018 la tensión en torno a la Franja de Gaza alcanzó uno de sus picos con las llamadas “marchas del retorno” y los disturbios violentos que tuvieron lugar. El gobierno de Israel, que en aquel momento preparaba la Operación Escudo Norte para desmantelar los túneles de Hezbollah en el norte y necesitaba la calma en Gaza para liberar tropas, pensó que la transferencia de fondos a Hamas a través de Qatar apaciguaría a la organización paramilitar que gobierna desde 2007 la Franja de Gaza y la volvería pragmática, alejándola progresivamente de la violencia si se dedicaba a las tareas de gobierno y a la gestión de las necesidades de los gazatíes. Los enfoques indulgentes hacia Qatar como mediador han provocado fisuras internas en Israel6, pero también recelos hacia Estados Unidos. El interés nacional de la administración norteamericana, independientemente del partido que gobierne, es mantener a Qatar como un aliado en el Golfo Pérsico contra Irán, aunque no comparta sus valores. Es una relación compleja en la que se entrelaza la dependencia estratégica de Estados Unidos en el Golfo con la aceptación opaca de permitir la financiación y becas relacionadas con el islam y los estudios de Oriente Medio en las principales universidades norteamericanas. Y el miedo a la cancelación, en una sociedad profundamente influenciada por el progresismo woke, conduce, inexorablemente, a la promoción de discursos no liberales, disruptivos y agresivos, que dejan en evidencia el doble rasero de las universidades y otros centros educativos y fuera de él para aplicar las normas y la distribución de responsabilidades.
Qatar no es el único donante cuyos fondos fluyen hacia la educación, el deporte o la inversión en patrimonio cultural o bienes raíces. El éxito de las protestas anti israelíes es que no son espontáneas, y que la toma del control del sistema educativo por parte de entidades ligadas a la Hermandad Musulmana o el salafismo wahabita no se entiende sin el capital que han recibido en la última década por parte de los gobiernos, fundaciones y corporaciones extranjeras con una versión rigorista del islam y que promueven ideologías extremistas. El último estudio realizado por el Instituto para el Estudio de la Política y el Antisemitismo Global7 descubre la opacidad de los fondos, la correlación entre financiación no revelada y antisemitismo y la violación de la libertad de expresión y la libertad académica en los campus de las universidades en las que se había promocionado a profesores ideológicamente fanatizados8. El antisemitismo, institucionalizado a golpe de talonario y de diplomacia silenciosa a través de la financiación de cátedras, departamentos y programas, o el patrocinio de estudiantes, se traduce en cifras muy elocuentes y concretas.9 Redes de influencia y poder blando cuyos efectos – la debilitación de los valores democráticos – se diseminan en un mundo globalizado bajo la fachada de promocionar la excelencia académica o la defensa de causas humanitarias10.
Los estereotipos y los prejuicios antijudíos a lo largo de la historia perviven, incluso mutan y se transforman. En el proceso de globalización al que asistimos, las viejas ideologías y tendencias del antisemitismo clásico europeo (teológicas y racistas) se fusionan con el antisionismo11. Israel, como la manifestación central de la identidad judía contemporánea, es el foco de una retórica inculpatoria que emana principalmente del mundo musulmán (islamismo político radical), de una derecha conservadora (y a veces xenófoba) y de todos los sectores de la llamada “nueva izquierda”, creando condiciones que constituyen una amenaza para las personas y comunidades judías de la diáspora12.
La nueva izquierda, además, comparte en gran medida la aceptación de los postulados más violentos del llamado Movimiento de Liberación de Palestina. Es lo que August Bebel llamó “el socialismo de los bobos”13, que no es sino el recurso a la antigua hostilidad hacia los judíos para fortalecer posiciones políticas disfrazadas de justicia social o defensa de una difusa causa palestina que sirve para movilizar sentimientos. El antisemitismo es una forma de odio compleja y desconcertante. No es el objeto de este artículo analizarlo, pero como señala el abogado Avi Lehrer en la reseña que hace del libro de Denis MacShare, Globalishing Hatred: The New Antisemitism (2009), a menos que sea la ideología reconocida de organizaciones o entidades, sólo es posible documentar las manifestaciones y las tendencias que aparecen en medios de comunicación, redes sociales, pancartas, grafitis o pintadas. Manifestaciones que responden a narrativas que se sostienen en ideologías e identidades conflictivas, como el postmodernismo o la controvertida Teoría Crítica de la Raza14, de ahí su irracionalidad y subjetividad.
Las prioridades emocionales internacionales se han reorientado. El respaldo blindado a cualquier movimiento, por perverso que sea, que se identifique con luchas e identidades transversales, debería habernos alertado hace muchas décadas15. Profesores y analistas vehementemente antiisraelíes hacen pasar el antisemitismo por un discurso legítimo sobre Israel y Oriente Medio. La publicación de materiales profundamente anti israelíes, por departamentos académicos y centros de investigación, el patrocinio de eventos, seminarios y conferencias que satanizan a Israel, toleran y glorifican la violencia contra civiles israelíes o llaman a eliminar el Estado judío, no redunda en beneficio de la excelencia académica. El boicot académico contra la narrativa que no apoya la demonización al Estado de Israel priva a los investigadores y profesores de la promoción en sus respectivas áreas de especialización y en su éxito profesional personal, pero también a los estudiantes, a los que se les niega el acceso a una visión más equilibrada, contrastada y adecuada a los cánones que se exigen al rigor académico.
El debate sobre si el antisemitismo es consecuencia de la crisis de la modernidad que afecta a los elementos más nucleares de la sociedad y la civilización occidental o al auge de fuerzas reaccionarias producto de la crisis del capitalismo, puede que sea un signo de salud académica. Pero más allá de las entelequias intelectuales, en la práctica, el antisemitismo y la deslegitimación del Estado de Israel en el ámbito académico y en otros con influencia en la configuración de la narrativa y la percepción de la realidad social es un problema de Seguridad Nacional y un desafío que no se está manejando de la manera más adecuada.
Además de las protestas que se están viviendo en los principales campus universitarios16, Estados Unidos, Canadá, Australia o Europa han sido también escenarios de ataques a empresas, residencias familiares, centros de culto judíos o contra la integridad personal de las personas físicas por su condición de judíos o pro israelíes17. En 2019, un informe de la Liga Antidifamación centrado en las universidades
norteamericanas señalaba que “la histeria en torno al activismo antiisraelí en las universidades es injustificada”, y que las agresiones físicas contra los estudiantes judíos son “extremadamente raras”. El activismo del Movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), si bien esparcía los tropos sobre el poder, el dinero y la influencia indebida de los judíos, no parecía que arraigara más allá de los campus con estudios muy específicos en las áreas relacionadas con las ciencias sociales y geográficamente concentrados en las costas este y oeste y en el Medio Oeste en el centro de Chicago, Illinois. Dos años más tarde, los datos del Informe Mundial sobre Antisemitismo de la Universidad de Tel Aviv señalaban que el incremento del número de incidentes antisemitas alcanzaba niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. En el Informe de 2023 que la Universidad de Tel Aviv ha publicado junto con la Liga Antidifamación coincidiendo con la conmemoración del Día del Recuerdo del Holocausto (Yom Hashoá), calificado de “preocupante”, se señala que en sólo un año se ha pasado de un aumento relativo de incidentes (106% respecto a 2022) a pronosticar que la vida judía en Occidente se puede ver fuertemente comprometida, hasta el punto de que resulte imposible utilizar rasgos definitorios de la identidad judía, como una estrella de David, escolarizar en centros judíos, crear asociaciones de estudiantes universitarios judíos, acceder a alimentación kosher o hablar en hebreo18.
Incidentes que cada vez se extienden más allá del ámbito universitario, organizados por sindicatos de trabajadores, organizaciones profesionales, activistas independientes o grupos reclutados a través de las redes sociales. La guerra de Gaza ha potenciado la propaganda a favor de Hamas, elevado los discursos de odio contra los judíos en todo el mundo y los llamamientos a la violencia (un 357% desde el 7 de octubre)19. El apoyo al terrorismo, la ocultación de raíces radicales, la formación de alianzas transversales, algunas en los márgenes del espectro político, no es inofensivo. El aumento preocupante del antisemitismo en Europa, Estados Unidos, Canadá o Australia no se ciñe sólo a expresiones de un discurso asociado tradicionalmente con sectores marginales de la sociedad, sino que está en el centro del debate público-político de partidos incluso gobernantes. Sin salir de Europa, dirigentes de distintos signos ideológicos de Alemania, Francia, Gran Bretaña, España e Irlanda, por ejemplo, utilizan de forma deliberada expresiones antisemitas para obtener réditos que contaminan el discurso público y polarizan20.
Los enfoques posmodernos moldean la conciencia de las generaciones más jóvenes.
La identificación ideológica abierta con Hamas y otros movimientos subversivos, incluso terroristas, es un éxito de este nuevo antisemitismo, reflejo de las transformaciones ideológicas de las sociedades occidentales, que toma forma de movimiento social con exigencias que pasan por ser legítimas21. Las líneas que separan la libertad de expresión de la libertad de reunión son cada vez más difusas. Los llamamientos a subvertir el ordenamiento democrático y los valores liberales no son sino el síntoma de una guerra cultural más profunda, que enfrenta a un occidente sin capacidad para tomar decisiones sin caer en la corrección política y sin posibilidad de liderar un modelo de sociedad viable en un mundo cuestionado por el revisionismo ideológico y geopolítico.
La extraña alianza entre el extremismo islamista, el antisemitismo de algunas comunidades musulmanas de la diáspora y los facilitadores de los yihadistas entre la izquierda progresista completa el cuadro de un microcosmos que presenta un desafío incierto. La idea del califato en Europa como solución a lo que consideran “la dictadura de los valores occidentales” se extiende también por las redes sociales con mensajes seductores. El esfuerzo constante y gradual, de determinados elementos extremistas, en Occidente de conquistar para el islam espacios se ha visto potenciado con la excusa de parar la guerra de Gaza22.
El compromiso de proteger a las comunidades judías y combatir el auge del populismo y el extremismo violento trascienden a los judíos. Porque la visión de Israel vinculada a las conspiraciones antijudías también entiende el judaísmo en términos de poder y privilegios. Y eso significa que, al identificar a los judíos, a los israelíes y a los partidarios del Estado de Israel como imperialistas, racistas, nazis o supremacistas blancos, se les deslegitima y se cuestiona su idoneidad para ocupar puestos de liderazgo debido, precisamente, a sus creencias sionistas, percibidas e identificadas con Israel.
El antisemitismo islámico, aunque no se limita a los movimientos islamistas, es un elemento clave en la guerra que ideológica que el islam radical libra contra el mundo moderno. La esencia del antisemitismo islámico es la fusión del antijudaísmo (o judeofobia) islámico con el antisemitismo europeo moderno. Y es un problema también de política exterior que será abordado cuidadosamente en otro documento.
En Oriente Medio, las manifestaciones masivas organizadas por movimientos como el Foro Nacional de Apoyo a la Resistencia y encabezadas por los Hermanos Musulmanes23 también contribuyen a la inestabilidad de países de la región. La preocupación de que Irán interfiera a través de sus proxys en los asuntos de Jordania y que un efecto dominó desestabilice también a los países del Golfo es un tema recurrente en la prensa de la región. La Resistencia Islámica en Jordania tiene conexiones con Kataib Hezbollah, que, a su vez, sigue las directrices de la Guardia Revolucionaria iraní.
La creación de corredores de contrabando y armas hacia Cisjordania, que podrían ser utilizados por Irán para ampliar su presencia a lo largo de la frontera entre Jordania e Israel, o la llegada de los Hermanos Musulmanes al gobierno del reino hachemita, es un motivo suficientemente poderoso como para sopesar el riesgo de dejar caer una monarquía que no es especialmente simpática para el gobierno israelí pero que es utilitaria.
La guerra de Gaza hoy se libra en el ámbito internacional y también en el cognitivo. El lenguaje crea una verdad y determina la actitud, aunque diversas fuentes pongan a prueba esa realidad emocional que ha entrado en el discurso popular. En el inconsciente colectivo, la inversión de la realidad donde se acusa a Israel de genocidio, limpieza étnica, estado aparheid o usurpador de un territorio que no le pertenece, ignora los procesos históricos que configuraron el actual Oriente Medio, pero también exime de responsabilidad a unos actores que no tienen como objetivo la coexistencia pacífica o la liberación sino la resistencia violenta y la eliminación de un Estado reconocido y miembro de miembro de las Naciones Unidas24.
La masacre del 7 de octubre y la posterior guerra emprendida por Israel contra la organización terrorista Hamas en Gaza, lejos de provocar la solidaridad y la empatía con las víctimas israelíes, ha desencadenado un aumento de los incidentes antisemitas y de la hostilidad hacia Israel en todo el mundo calificado de “preocupante” por las agencias e instituciones que monitorizan el lenguaje y las actitudes radicales, con un incremento exponencial de los ataques violentos contra empresas, domicilios particulares, instituciones comunitarias o de culto, amotinamiento en los campus universitarios y convertidos en campamentos violentos, acoso, amenazas o intimidación a judíos o personas que expresan opiniones favorables a Israel.
Las manifestaciones multitudinarias en las que se legitiman a organizaciones terroristas o se agitan banderas y consignas aparentemente inocuas, encubren el deseo de cancelación o eliminación del Estado de Israel. Aunque el antisemitismo, la judeofobia y el antisionismo se presenta en formas que son difíciles de definir, su peligrosidad radica en que distorsiona la manera en la que comprendemos el mundo, como individuos y como sociedad. Algunas de las consignas que se escuchan recuerdan momentos del pasado traumáticos para la población judía y para la conciencia de la humanidad.
Abordar las lecciones derivadas del Holocausto y la singularidad de este genocidio a la luz de la masacre del 7 de octubre, en un momento de incremento del antisemitismo tras la tormenta geopolítica desatada con la guerra de Gaza, puede llevar a equívocos sobre lo que estos dos acontecimientos significan si se hacen paralelismos no acertados.
Las operaciones de influencia de naciones, organizaciones y movimientos radicales en Estados Unidos y Europa parece que están contribuyendo a la hostilidad hacia los judíos e Israel en las universidades. La creencia de que la creación del Estado de Israel fue una compensación occidental a los judíos por el Holocausto ignora los lazos religiosos e históricos con una a tierra que se remonta a miles de años. Pero también es el resultado de la implementación de una agenda progresista que difunde la retórica antisemita y antisionista como sellos distintivos de una democracia y libertad de expresión saludable. La redefinición de los judíos – y los israelíes – como opresores en serie y genocidas en potencia provoca inseguridad en una comunidad minoritaria en términos numéricos y dispersa, que siente que no es suficiente ser buenos ciudadanos para eliminar el estigma que permanece sobre su identidad.
Abordar el antisemitismo es una cuestión de salud comunitaria y de Seguridad nacional e internacional. La colaboración de todos los sectores políticos y sociales, también de las plataformas digitales, es esencial para combatir la desinformación que nada tiene que ver con la legítima defensa del cese de una guerra o el respeto a los derechos humanos. Consignas como “Palestina Libre” o “Del río al mar”; cánticos pidiendo que los judíos “vuelvan a Polonia”, pintadas donde se puede leer “kill the Jews”25, pancartas con esvásticas o con mensajes donde se ven esvásticas o la asimilación de políticos israelíes con los nazis, son expresiones de un antisemitismo político centrado en la cancelación o eliminación de Israel, explotado intencionalmente por grupos autodenominados como pro-palestinos e ignorado por las administraciones universitarias. Y los estudiantes judíos o los que se posicionan a favor de Israel, sufren las consecuencias de la difamación, deslegitimación y deshumanización de un país al que se le declara el nazi del mundo, el estado aparheid, criminal, genocida o colonial.
Marta Gonzalez Isidoro
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